Fibra óptica en los pueblos

Una buena noticia anuncian ayer en "La Red de Mario", un video blog de informática que seguimos habitualmente en Youtube. Por fin después de muchos años ha llegado la fibra óptica a Aliseda, su pueblo de 1800 habitantes situado en Extremadura.


Esto nos ha hecho recordar las grandes limitaciones que hemos venido sufriendo a lo largo del tiempo desde que somos usuarios de la informática. Normalmente por motivos técnicos, pero también por economía o simplemente por trabas artificiales de las empresas. Felizmente se han ido solucionando progresivamente y pasamos de la escasez a la abundancia, momento donde ya no sabemos apreciar lo que tenemos.

La informática doméstica estaba en desarrollo y todo estaba muy restringido. Gráficos de 16 colores y sonido del altavoz interno de la torre. Pero éramos capaces de hacer muchos dibujitos y la música monofónica sonaba en los videojuegos que eran muy divertidos. Nos vamos a fijar un momento en el almacenamiento, que era lo más insalvable. Los discos duros de 400 megas fueron un tamaño estándar durante años. Y una vez instalado el sistema operativo y los programas más básicos se quedaban en la mitad. Se borraba todo lo borrable como los archivos de ayuda o incluso las pantallas de bienvenida de los programas. Se buscaban DLLs repetidas y se comprimía con ARJ o Win Zip absolutamente todo, aunque hubiera que esperar después varios minutos al abrir cualquier cosa. Para no quedarse sin memoria virtual también había que desfragmentar. Ese pequeño hueco libre al final del disco duro había que tenerlo lo más organizado posible.

Para borrar cosas sin perderlas había que grabarlo todo en disquetes. Tenían 1.44 megas de capacidad en los mejores casos. Ahora ahí no cabría ni la tercera parte de una canción mp3 normal. Pero entonces los aprovechábamos hasta que el último archivo ya no cabía. Y todavía buscábamos otro más pequeño para grabarlo en ese sitio. Programas como "Hacha" eran habituales, junto con los RAR multi volumen donde si fallaba un disquete por lo menos podías salvar lo anterior. Porque fallar fallaban. Y se abrían, y se limpiaban, y volvían a fallar.

Luego llegaron los CD-Rom. Ya eran más grandes que todo el disco duro. Y venían repletos de programas y juegos, que no tenías donde copiar. Era habitual instalar, probar, desinstalar, borrar restos, instalar otra cosa, desinstalarla otra vez, instalar el anterior, borrarle todo lo borrable, guardar la copia reducida en disquetes, borrarlo, perderlo, encontrarlo, volverlo a instalar. Y así teníamos loco al sistema operativo con sus pantallas azules. Demasiado bien funcionaba.

Hasta que ya se pudo grabar en los CD. Todo un avance. Primero CD-R. Luego CD-RW y luego los DVD con todas sus variantes. Caros discos en carísimas grabadoras que casi nadie se podía costear. Y si durante la grabación de media hora o tres cuartos se activaba el protector de pantalla, el proceso se detenía y el disco quedaba inutilizado. Se ponía a disposición de las palomas y volver a empezar. Pero por lo menos así ya había donde guardar datos con cierta holgura.

Ahora la situación ha mejorado hasta tal punto que podemos encontrar en el comercio local un pendrive de 64 gigas por quince o veinte euros y comprarlo por impulso. Esto son 160 veces el disco duro entero del ordenador típico de los 90, o 44.000 disquetes que ocuparían una habitación entera. Ahí podemos meter todo lo habido y por haber. Habitualmente ni se llenan ni se estropean. No sabemos apreciar lo que tenemos.


Y por otro lado en el ámbito de las redes y las lentitudes luego llegó Internet. Muy lentamente. Una rareza al alcance de muy pocos en unos años donde ni siquiera había tarifa plana y las llamadas las cobraba la telefónica marcando el paso doble. Yo no llegué a conocer esa época de servidores BBS ni de módems a 28.8 Kb. Pero sí que llegué a los V90 de 56 Kb y a la tarifa plana a partir de las 6 de la tarde. 

Navegar por internet era un suplicio. La velocidad compartida de subida y bajada distaba mucho de los 56 kilobits anunciados. Rara vez pasaba de los 44 en el handshake al conectar y las caídas eran constantes. Hasta que no apareció el navegador Firefox y pudimos manipularlo para quitar anuncios y evitar descargar todo lo evitable, no pudimos empezar a disfrutar de una experiencia de navegación más o menos presentable, incluso en los peores momentos a base de extensiones raras que repetían las conexiones y hacían cosas impensables.

Y funcionaba. Y hasta subíamos nuestra web por FTP. Y mandábamos correos electrónicos con archivos adjuntos, todo un lujo. Y bajábamos música con el Emule ahora que había sitio donde guardarla. Hacía ilusión cuando se terminaba de descargar un archivo cuatro horas después sin que nadie hubiera llamado por teléfono mientras tanto y se hubiera cortado la conexión.

Luego llegó el ADSL. Pero solo para ricos. Los primeros precios eran desorbitados. A pesar de que usaban las redes de cobre ya existentes, era una nueva tecnología que había que pagar. Y ni siquiera todavía funcionaban bien las video conferencias. La distancia a las centrales telefónicas era determinante, y también el ruido en las líneas y las humedades en los cables. Si con el módem simplemente se ponía más lento, el ADSL directamente no funcionaba. Pero la velocidad también estaba limitada artificialmente según la tarifa que estuvieras pagando y la capacidad de la central. Luego esto se ha ido liberando hasta exprimir al máximo la infraestructura y que las limitaciones sean exclusivamente técnicas.

Ahora la modernidad ha llegado, también a Aliseda. En Ronda a pesar de lo atrasados que solemos estar en todo, que ni siquiera tenemos carreteras medio decentes, disponemos incluso de varias redes de fibra óptica a elegir desde hace muchos años. La -falsa- competencia entre operadores a nivel nacional ha facilitado un poco la migración. A diferencia de la llegada del ADSL donde los precios eran prohibitivos y a pesar de que la llegada de la fibra ha supuesto la construcción de nuevas redes desde cero, los consumidores estamos pudiendo disfrutar de la nueva tecnología con unos precios similares a los del ADSL.

Y las velocidades se multiplican. Mucho más en bajada, pero sobretodo en subida. Será que el gran hermano quiere que subamos nuestras cositas a internet cada vez más y que compremos móviles cada vez más lujosos. Pero sea por lo que sea ahora hay abundancia de velocidad, y también abundancia de almacenamiento. Incluso los pendrives sobran. Y los discos duros de los nuevos ordenadores son cada vez más pequeños en vez de más grandes por que no se usan enteros. Todo queda en la nube. Ya podemos crear, descargar, acumular, tener síndrome de Diógenes digital sin limitaciones o enchufar a la misma red tropecientos ordenadores, móviles, tablets y televisores inteligentes sin que la lentitud vuelva a aparecer. Ya podemos disfrutar de la informática y de las aplicaciones domésticas y oficinísticas con esta menor limitación. El tiempo ha pasado y los problemas se han superado. Ahora queda saber apreciar lo que tenemos y disfrutarlo para bien.


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